¡Hola a todos!
Hoy quiero dirigir este post a las mamás y papás caracoleros que han pasado laaaaargas noches en compañía de sus peques, los papás medio sonámbulos, los peques despiertos como si fueran las 10 de la mañana...
Y es que con mi primer hijo pasamos muchas y muy largas... el primer día en casa, después del hospital, mi marido vio salir el sol con el niño apretadito contra el pecho después de llorar como un descosido toda la noche, y es que ya apuntaba maneras! Eramos inexpertos, miedosos, histéricos, y el niño era un recién nacido muy movido y con muchas ganas de comer... en fin, un cuadro. Así que después de varios meses de paseos, brazos, canciones varias, desde las clásicas nanas infantiles a Sabina, más paseos, más brazos, optamos por la vía fácil y más efectiva: ¡a la cama de los papás! Leí mucho, escuché la experiencia de muchas madres sobre el tema, encontré mucho consuelo en la web www.dormirsinllorar.com y con mi marido llegamos a la conclusión de que si el niño quería teta y la teta estaba en nuestra cama, pues para que complicarnos la vida, nuestro hombrecito dormía la primera parte de la noche en su cunita y cuando se despertaba lo metíamos en la cama con nosotros. Y objetivo conseguido: el niño y los papás dormían. Cabe decir que nos asesoramos muy bien de que fuera un colecho seguro, sin riesgos para el peque. Cuando creció y tuvo su propia habitación con su cama el ritual siguió siendo igual, cuando se despertaba se venía a nuestro cuarto y seguía durmiendo con nosotros y pasó el tiempo, creció y ya dormía toda la noche sin despertares.
Cuando nació nuestra princesita ya no tuvimos que pensarlo demasiado: desde el primer día pasaba las noches entre su cunita y nuestra cama, barra libre de tetita, la peque durmiendo la mar de a gusto y sus papás también. Luego pasó a su cama pero como compartía habitación con su hermano ya no necesitaba más compañía y no volvió a la cama de los papás.
A toro pasado pensamos en qué si con el primero de nuestros peques nos lo hubiésemos tomado con más tranquilidad y hubiésemos practicado el colecho desde el primer día nos hubiésemos ahorrado un montón de horas de insomnio, pero claro, ahora es fácil hablar... la experiencia tiene que servir para algo, y la inexperiencia también. Los primeros meses o incluso años de un niño son muy difíciles para todos pero hay que pensar que todo es transitorio, que crecen, cambian, aprenden, que lo importante es que cubramos sus necesidades con mucho amor y nos tomemos la vida con mucha filosofía... Y hoy puedo decir que mis dos peques ya no necesitan que estemos con ellos hasta que se duermen, que con un cuentito y unas cosquillitas en la espalda es suficiente, y luego toda la noche durmiendo (salvo excepciones a modo de toses, gastroenteritis, pipis que se escapan... pero eso es otra historia...). ¡Hasta pronto y felices sueños!
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